Santiago se levanta temprano como de costumbre, realiza su ejercicio matutino, se baña y se dirige a la oficina.
Al entrar, es recibido por un coro de —Buenos días, señor Santiago— por parte de las secretarias.
Responde con un saludo amistoso y se adentra en su oficina, observando el bullicio de las personas que trabajan en sus cubículos.
Revisa su celular y ve que son las 7:50. Le sorprende que Elizabeth no haya llegado aún. Decide enviarle un mensaje de texto.
—Novia falsa, espero que no te hayas pegado a las cobijas o que tu sueño conmigo haya sido tan emocionante que no quieras levantarte. Pd. ¡Date prisa!
No pasa mucho tiempo y ella le contesta.
—Lo siento, ya voy en camino. Es que hay mucho tráfico y no avanzaba muy rápido... Sí, soñé contigo, pero no fue nada agradable... Pd. Ya voy, no seas ogro.
Santiago sonríe divertido al leer su respuesta.
—Ok, la próxima vez iré a buscarte. Me encanta molestarte... Dime, ¿qué soñaste? Pd. Apúrate, que me estoy aburriendo.
Mientras esp