Elizabeth siempre ha despreciado a los hombres como Santiago: arrogantes, mujeriegos y acostumbrados a tenerlo todo sin esfuerzo. Pero cuando la tensión entre ellos alcanza su punto de quiebre, ella lo enfrenta con furia, dejándolo herido en más de un sentido. Lo que no espera es que su desprecio solo alimente el deseo de Santiago, convirtiéndola en una obsesión que no puede ignorar. Él está acostumbrado a conseguir lo que quiere, y ahora solo tiene un objetivo: hacerla caer en su juego. Pero Elizabeth no piensa ceder tan fácilmente. Entre provocaciones, venganzas y una atracción que amenaza con consumirlos, ambos descubrirán que el odio y el deseo pueden ser dos caras de la misma moneda. ¿Quién ganará esta peligrosa batalla donde el orgullo y la pasión se entrelazan sin control?
Leer másEscuto o assobio do vento la fora, minha casa não é tão bem revestida quanto o apartamento que tinha no começo da serie em Miami Beach, não existe ar condicionado para guardar os meus troféus e nenhum climatizado para me aquecer nas noites de inverno, apenas uma velha lareia onde trago lenha no final do meu expediente.
Não era bem a vida que Harry sonhou para mim, mas é bem melhor do que estar preso e ter sido condenado a cadeira elétrica, afinal de contas não existem tantas pessoas por aí como eu.
Na verdade, alguém como eu provavelmente não terá pois tiveram um Harry para criar um código de conduta, a não ser seguir seus próprios instintos primitivos para sanar a sede por sangue.
Pois bem, sigo minha vida me perguntando “o porque estou vivo”? não existe respostas ou um ser magico como algumas pessoas acreditam que exista para me trazer as respostas e me ajudar a trilhar o caminho correto, mas de alguma forma, o destino me deu outra chance após meu barco ser totalmente destruído com as intensas ondas com a aproximação do furacão, na qual eu apenas me lembro de um bando de imigrantes latino americano me puxando para o barco deles, minha cabeça doía devido partes do meu querido barco ter me nocauteado.
Não tinha intenção de sair vivo, pois acreditava que todos em que estavam ao meu arredor poderiam morrer, a morte sempre foi a minha companheira, pois em meus momentos mais sombrios, ela fazia bem, mas não as pessoas que eu “amava”, sendo assim, “Dexter Morgan” morte, iria trazer paz a quem poderia correr perigo, não haveria mais sede por sangue, não haveria pessoas inocentes morrendo por terem conexões ao velho Dexter.
Hoje não sou mais conhecido como analista de sangue forense, nem por ter sido filho do policial Harry Morgan, mas como “William Foster”, meu novo nome onde os mais achegados me chamam de “Bill”.
Após ter sido resgatado pelos imigrantes, fui levado em uma van para a cidade de Chesapeake, localizada em Virginia, pois lá haveria um homem responsável em distribuir a documentação para cada pessoa que chega-se ilegalmente, eu sou um americano nativo, não precisaria de documentação falsa para eu permanecer no país, mas para quem foi encontrado no mar e viajou 13 horas em uma van com 16 pessoas que nunca vi em minha vida e terem compaixão de me trazerem em segurança ate aqui, talvez fosse a hora de começar, talvez “Dexter Morgan” realmente estaria morto, afinal o nome é apenas um rotulo para ser identificado.
No momento em que cheguei aqui não tinha sequer um centavo para poder tomar um café, quanto mais poder pagar ao senhor “Mendel” como era chamado com as identidades n ovas, mas fiz um contrato com ele, se precisava de lenhadores para o local, me coloquei a disposição em trabalhar para ele, pois sabia muito bem como utilizar uma serra elétrica, Harry sempre me ensinava deveres em que o homem “Alfa” deveria saber, talvez eu não tenha utilizado em minha vida para cortar apenas arvores, mas também alguns ossos humanos.
Ser “William Foster” não é difícil, pois aqui a vida é simples, pegar no pesado é algo totalmente normal para pessoas na região, pois não se precisa de academia e sim disposição para carregar alguns troncos de arvores durante todo o dia.
A vida é pacifica e calma, algo que para Dexter seria totalmente inviável! Acostumado com o trânsito de Miami, um pouco de sangue ali e corpos aqui, um pouco de decomposição e uma serie de curiosos e policiais ao arredor, e continuo a me questionar como: “as pessoas dessa cidade apenas morrem de velhice?” porque se for assim eu terei longos anos a viver neste lugar.
Mas esta cidade realmente pode ser o novo lar de Dexter?
Até que um dia normal de trabalho que iria se iniciar, caminhando calmamente, me deparo com algo que fazia a tempo que não encontrava, onde me levou a uma vista sombria sem vida.
Santiago esperaba impacientemente la llegada de Elizabeth al aeropuerto. «¡Qué lenta es esta mujer!», pensaba Santiago para sí mismo, sintiendo el estómago rugir de hambre. Decide aprovechar el tiempo y se dirige a una tienda cercana para comprar un jugo y unas galletas, esperando calmar su apetito voraz. Al salir de la tienda, ve a una Elizabeth visiblemente angustiada, buscando a su alrededor con expresión preocupada. Parece que, al no encontrarlo, ha perdido las esperanzas y se resigna a sentarse en una banca cercana. Santiago, decidido a sorprenderla, se acerca por detrás, cambiando su voz para hacerle una pequeña broma. — Señorita, ¿le interesaría comprarme una paleta? — le dice a Elizabeth, quien no se da la vuelta para verlo. — Ahora no, joven — responde ella con cierto tono de incomodidad—. No tengo dinero. — Pero tengo mucha hambre, no he comido en todo el día — insiste Santiago, jugando con ella. — Ya le dije que no, no traigo dinero — responde ella, un poco exaspera
Hace un año y medio atrás, Santiago arribó a Canadá con un nudo en la garganta tras la emotiva despedida de Eli. Aunque difícil, sentía que alejarse era necesario para abordar los problemas que enfrentaba la empresa en Canadá y su situación. Seis meses después, decidió llamar a Estados Unidos para conocer la situación allí.—Hola, Mil, ¿me podrías enlazar con Eli? —pidió Santiago.—Sí, señor, enseguida —respondió Mil, diligente.La secretaria, Mil, lo conectó con Eli, quien respondió al teléfono con su característica energía.—¿Quién habla? —inquirió Eli al otro lado de la línea.—Soy yo. ¿Qué estás haciendo? —preguntó Santiago con curiosidad.—Aquí terminando unos pendientes. ¿Y tú, jefe? —respondió Eli, mostrando su disposición para charlar.—Solo llamaba para ver cómo está todo por allá —explicó Santiago, preocupado por el rumbo de la empresa.—De maravilla. Acabo de cerrar un proyecto nuevo y hay mucho trabajo en la oficina. Acabo de descubrir que soy buena en esto de reuniones y
Santiago se aferra a Elizabeth con un gesto de desesperación en su rostro.— No me quiero ir!! —pronuncia con pesar.Elizabeth lo mira con ternura, sintiendo la angustia palpable en sus palabras.—Santiago... —susurra, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para consolarlo.—Quiero quedarme aquí contigo siempre —continúa Santiago, con anhelo.El corazón de Elizabeth se acelera ante la declaración, pero sabe que la realidad es más complicada de lo que desearían.—Sabes, yo tampoco quiero que te vayas —confiesa, temblorosa con emociones encontradas. —Santiago, te amo!! —exclama Elizabeth, dejando al descubierto sus sentimientos más profundos.El silencio pesa en la habitación mientras Santiago procesa las palabras de Elizabeth.—Eli, yo... —comienza Santiago, pero es interrumpido por la voz de Elizabeth.—No digas nada, San. Sé que no me recuerdas, sé que necesitas este viaje. Quiero que vuelvas cuando me recuerdes —dice Elizabeth con una mezcla de tristeza y extrema.—¿Quizá nunca
Mientras tanto, en la tranquila oficina de Elizabeth, ella se sumergió en la tarea de reagendar las citas para el día siguiente. El silencio se rompió solo por el suave murmullo de la ciudad que se filtraba por la ventana abierta, creando un ambiente sereno y apacible.Durante la comida, Elizabeth se encontró perdida en sus pensamientos, reflexionando sobre el breve momento en el que sintió que el verdadero Santiago, el hombre por el que se había enamorado, había resurgido ante ella. Recordó su sinceridad, su calidez y su valentía, preguntándose si algún día volvería a ser así.Estaba a punto de levantarse e ir a la oficina de Santiago cuando la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos. Isabel irrumpió en la habitación con un aire de arrogancia y desdén, emanando una energía tensa que llenó el espacio.—Ya me enteré de que tú eres la novia legítima de Santiago — dijo Isabel con voz fría y cortante, su mirada con fija en Elizabeth con intensidad.Elizabeth mantuvo la c
Santiago salió de la oficina, dejando a Elizabeth dormir plácidamente.Se sentía exhausto, a pesar de que apenas eran las 2 de la tarde. Apoyó la cabeza sobre el montón de papeles que cubría su escritorio, intentando dejar todo preparado para su partida al día siguiente.Al abrir uno de los cajones con llave, encontró una foto familiar. En ella, Elizabeth sonreía radiante en un parque, con Santiago a su lado, su brazo rodeando sus hombros.—¿Por qué no puedo recordarte? —se preguntó en voz baja, sintiendo una punzada de frustración.Decidió salir de la oficina en busca de aire fresco, y se encontró con Cristian en el recibidor.—¡Cristian, has vuelto! —saludó Santiago con sorpresa.—Así es, Santiago. ¿Quieres ir a comer? —propuso Cristian.—Tú solo piensas en comida, amigo mío —bromeó Santiago, tratando de ocultar su pesar.—Ya no estás tan de malas, Santiago —observó Cristian, notando el cambio de ánimo de su amigo.—Ya no hables... vámonos —respondió Santiago, decidido a cambiar de a
Santiago se encontraba sumido en un mar de pensamientos confusos mientras la puerta de su oficina volvía a recibir un golpe. La secretaria anunció la presencia de un joven llamado Marcos.—Hazlo pasar —ordenó Santiago, sintiendo un intenso dolor de cabeza que parecía empeorar con cada momento que pasaba.El joven ingresó con cautela y saludó a Santiago, quien le devolvió el saludo con una expresión sombría.—Hola, Santiago —dijo Marcos, buscando una señal de bienvenida.—Hola, Marcos. Por favor, toma asiento —respondió Santiago, invitándolo a sentarse mientras trataba de mantener la compostura a pesar de la tormenta de emociones que lo invadía.—Gracias. ¿Para qué querías verme? —preguntó Marcos, mostrando cierta curiosidad.—Sabes, he escuchado varias veces rumores sobre Isabel y tú... —comenzó Santiago, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar su preocupación.—¿Acaso no lo recuerdas? —interrumpió Marcos, sorprendido por la aparente falta de memoria de Santiago.—P
Último capítulo