Elizabeth siempre ha despreciado a los hombres como Santiago: arrogantes, mujeriegos y acostumbrados a tenerlo todo sin esfuerzo. Pero cuando la tensión entre ellos alcanza su punto de quiebre, ella lo enfrenta con furia, dejándolo herido en más de un sentido. Lo que no espera es que su desprecio solo alimente el deseo de Santiago, convirtiéndola en una obsesión que no puede ignorar. Él está acostumbrado a conseguir lo que quiere, y ahora solo tiene un objetivo: hacerla caer en su juego. Pero Elizabeth no piensa ceder tan fácilmente. Entre provocaciones, venganzas y una atracción que amenaza con consumirlos, ambos descubrirán que el odio y el deseo pueden ser dos caras de la misma moneda. ¿Quién ganará esta peligrosa batalla donde el orgullo y la pasión se entrelazan sin control?
Leer másEli, amiga de Cristen, intentó despertarla pues tenían cosas por hacer ese día. Con su entrevista de trabajo programada, Eli estaba ansiosa por salir de la rutina y cambiar su situación económica. Sin embargo, Cristen se encontraba en un sueño profundo y se negaba a levantarse de la cama.
Observando a su amiga cubierta de pies a cabeza, Eli no pudo evitar sentir envidia y deseó estar en su lugar, disfrutando de la comodidad de su cama. Cristen lucía hermosa con su cabello oscuro hasta la cintura, mientras que Eli se veía a sí misma como el patito feo en comparación, con su estatura y peso que no consideraba ideales. —Bueno, pero me llevaré tu auto —dijo Cristen resignada, sabiendo que ella también necesitaba ir a su entrevista. Cristen asintió y tomó las llaves de la mesita de noche. Eli decidió no perder más tiempo y salió de la habitación, determinada a buscar un empleo. Temprano como era su costumbre, Eli se levantó con la esperanza de encontrar un buen trabajo que le permitiera cubrir sus gastos. Sin embargo, parecía que el destino siempre estaba en su contra. Aun así, ese día se sentía especialmente optimista. Se repetía una y otra vez que iba a ser un buen día y que lograría su objetivo. La desesperación se había apoderado de ella tras meses de búsqueda infructuosa. Cada lugar al que iba, los nuevos jefes parecían ofrecerle trabajo a cambio de favores sexuales. Eli se negaba rotundamente a aceptar esas propuestas. Aunque desesperada, no estaba dispuesta a llegar a ese nivel. Cristen era su mejor amiga y también estaba en busca de estabilidad laboral. Aunque tenía una personalidad más excéntrica, ambas compartían la misma meta. Vivían juntas, pero Eli era la más dedicada a encontrar trabajo y estudiaba los fines de semana. No tenía problemas con los horarios ni compromisos amorosos; su vida giraba en torno a la búsqueda de empleo y la supervivencia diaria. ★Mientras tanto, al otro lado de la ciudad. Santiago, un hombre de carácter frío y malhumorado, solicita a su chofer Adrián que le abra el auto. Aquel día despertó con el pie izquierdo y su mal humor era palpable. No soportaba la familiaridad de su chofer y ya estaba considerando contratar a alguien nuevo. —Buenos días, señor. ¿Cómo estuvo su fin de semana? ¿A dónde lo llevo hoy? ¿Se presentará temprano en la oficina? —preguntó el chofer mientras trataba de entablar conversación. Santiago lo ignoró de inmediato, no entendía cómo Adrián pretendía tener una relación más allá de la laboral. Para Santiago, las conversaciones triviales eran una pérdida de tiempo. —Increíblemente aburrido. La mujer con la que pasé la noche no supo satisfacerme. Fue decepcionante. Tuve que regresar en Uber —respondió Santiago, sin saber realmente por qué le compartía esa información. —Llévame a la oficina —indicó mientras planificaba su día en su mente. Necesitaba una nueva asistente personal y eso era lo único que lo motivaba en ese momento. También tenía una amante llamada Mill, pero sentía que ya no tenía la misma pasión que al principio. Planeaba reemplazarla por alguien más joven y atractiva. Para Santiago, las mujeres eran solo un objeto de deseo, dispuestas a satisfacer sus necesidades a cambio de dinero y otros lujos. No estaba dispuesto a abrir su corazón nuevamente, consideraba que todas las mujeres eran traicioneras. Mientras Santiago se perdía en sus pensamientos, esperaba encontrar a esa mujer con un cuerpo impresionante que pudiera satisfacer sus necesidades. Para él, lo más importante era que fuera joven, con atributos físicos destacables y dispuesta a todo. No le importaba ofrecerle lujos materiales, pero se negaba a dar amor. Para Santiago, las traiciones de las mujeres eran algo inevitable después de enamorarse.Santiago esperaba impacientemente la llegada de Elizabeth al aeropuerto. «¡Qué lenta es esta mujer!», pensaba Santiago para sí mismo, sintiendo el estómago rugir de hambre. Decide aprovechar el tiempo y se dirige a una tienda cercana para comprar un jugo y unas galletas, esperando calmar su apetito voraz. Al salir de la tienda, ve a una Elizabeth visiblemente angustiada, buscando a su alrededor con expresión preocupada. Parece que, al no encontrarlo, ha perdido las esperanzas y se resigna a sentarse en una banca cercana. Santiago, decidido a sorprenderla, se acerca por detrás, cambiando su voz para hacerle una pequeña broma. — Señorita, ¿le interesaría comprarme una paleta? — le dice a Elizabeth, quien no se da la vuelta para verlo. — Ahora no, joven — responde ella con cierto tono de incomodidad—. No tengo dinero. — Pero tengo mucha hambre, no he comido en todo el día — insiste Santiago, jugando con ella. — Ya le dije que no, no traigo dinero — responde ella, un poco exaspera
Hace un año y medio atrás, Santiago arribó a Canadá con un nudo en la garganta tras la emotiva despedida de Eli. Aunque difícil, sentía que alejarse era necesario para abordar los problemas que enfrentaba la empresa en Canadá y su situación. Seis meses después, decidió llamar a Estados Unidos para conocer la situación allí.—Hola, Mil, ¿me podrías enlazar con Eli? —pidió Santiago.—Sí, señor, enseguida —respondió Mil, diligente.La secretaria, Mil, lo conectó con Eli, quien respondió al teléfono con su característica energía.—¿Quién habla? —inquirió Eli al otro lado de la línea.—Soy yo. ¿Qué estás haciendo? —preguntó Santiago con curiosidad.—Aquí terminando unos pendientes. ¿Y tú, jefe? —respondió Eli, mostrando su disposición para charlar.—Solo llamaba para ver cómo está todo por allá —explicó Santiago, preocupado por el rumbo de la empresa.—De maravilla. Acabo de cerrar un proyecto nuevo y hay mucho trabajo en la oficina. Acabo de descubrir que soy buena en esto de reuniones y
Santiago se aferra a Elizabeth con un gesto de desesperación en su rostro.— No me quiero ir!! —pronuncia con pesar.Elizabeth lo mira con ternura, sintiendo la angustia palpable en sus palabras.—Santiago... —susurra, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para consolarlo.—Quiero quedarme aquí contigo siempre —continúa Santiago, con anhelo.El corazón de Elizabeth se acelera ante la declaración, pero sabe que la realidad es más complicada de lo que desearían.—Sabes, yo tampoco quiero que te vayas —confiesa, temblorosa con emociones encontradas. —Santiago, te amo!! —exclama Elizabeth, dejando al descubierto sus sentimientos más profundos.El silencio pesa en la habitación mientras Santiago procesa las palabras de Elizabeth.—Eli, yo... —comienza Santiago, pero es interrumpido por la voz de Elizabeth.—No digas nada, San. Sé que no me recuerdas, sé que necesitas este viaje. Quiero que vuelvas cuando me recuerdes —dice Elizabeth con una mezcla de tristeza y extrema.—¿Quizá nunca
Mientras tanto, en la tranquila oficina de Elizabeth, ella se sumergió en la tarea de reagendar las citas para el día siguiente. El silencio se rompió solo por el suave murmullo de la ciudad que se filtraba por la ventana abierta, creando un ambiente sereno y apacible.Durante la comida, Elizabeth se encontró perdida en sus pensamientos, reflexionando sobre el breve momento en el que sintió que el verdadero Santiago, el hombre por el que se había enamorado, había resurgido ante ella. Recordó su sinceridad, su calidez y su valentía, preguntándose si algún día volvería a ser así.Estaba a punto de levantarse e ir a la oficina de Santiago cuando la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos. Isabel irrumpió en la habitación con un aire de arrogancia y desdén, emanando una energía tensa que llenó el espacio.—Ya me enteré de que tú eres la novia legítima de Santiago — dijo Isabel con voz fría y cortante, su mirada con fija en Elizabeth con intensidad.Elizabeth mantuvo la c
Santiago salió de la oficina, dejando a Elizabeth dormir plácidamente.Se sentía exhausto, a pesar de que apenas eran las 2 de la tarde. Apoyó la cabeza sobre el montón de papeles que cubría su escritorio, intentando dejar todo preparado para su partida al día siguiente.Al abrir uno de los cajones con llave, encontró una foto familiar. En ella, Elizabeth sonreía radiante en un parque, con Santiago a su lado, su brazo rodeando sus hombros.—¿Por qué no puedo recordarte? —se preguntó en voz baja, sintiendo una punzada de frustración.Decidió salir de la oficina en busca de aire fresco, y se encontró con Cristian en el recibidor.—¡Cristian, has vuelto! —saludó Santiago con sorpresa.—Así es, Santiago. ¿Quieres ir a comer? —propuso Cristian.—Tú solo piensas en comida, amigo mío —bromeó Santiago, tratando de ocultar su pesar.—Ya no estás tan de malas, Santiago —observó Cristian, notando el cambio de ánimo de su amigo.—Ya no hables... vámonos —respondió Santiago, decidido a cambiar de a
Santiago se encontraba sumido en un mar de pensamientos confusos mientras la puerta de su oficina volvía a recibir un golpe. La secretaria anunció la presencia de un joven llamado Marcos.—Hazlo pasar —ordenó Santiago, sintiendo un intenso dolor de cabeza que parecía empeorar con cada momento que pasaba.El joven ingresó con cautela y saludó a Santiago, quien le devolvió el saludo con una expresión sombría.—Hola, Santiago —dijo Marcos, buscando una señal de bienvenida.—Hola, Marcos. Por favor, toma asiento —respondió Santiago, invitándolo a sentarse mientras trataba de mantener la compostura a pesar de la tormenta de emociones que lo invadía.—Gracias. ¿Para qué querías verme? —preguntó Marcos, mostrando cierta curiosidad.—Sabes, he escuchado varias veces rumores sobre Isabel y tú... —comenzó Santiago, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar su preocupación.—¿Acaso no lo recuerdas? —interrumpió Marcos, sorprendido por la aparente falta de memoria de Santiago.—P
Último capítulo