33. ESTAMOS SIENDO ATACADOS
NARRADORA
¡CHAS, CHAS, CHAS!
Los latigazos comenzaron a caer sin misericordia sobre la espalda de Lorien.
Eran tan brutales que su cuerpo se inclinaba hacia delante, sus manos atadas atrás, las sogas enredadas en su torso como serpientes venenosas.
Apretaba los dientes hasta casi hacérselos trizas. Las lágrimas rodaban por sus mejillas hinchadas, mezclándose con la sangre.
Pero no profirió ni un grito de súplica o dolor.
Sus ojos rojos miraban hacia una esquina sucia y fría… como estaba su alma.
Las puntas de cuero y acero abrían su vestido y su piel.
Jamás pensó sentirse así de nuevo.
Era solo un pedazo de carne. Incapaz de defenderse de tanta injusticia. Más que dolor, sentía odio.
Un odio profundo, arraigado en su pecho.
—¡Alfa, cálmese! —la voz poderosa de repente interrumpió la paliza.
—¡Suéltame, Orión, suéltame! ¡No vas a poder defender a esta puta!
—¡La Luna lo necesita, Alfa! ¡Maggi lo mandó a buscar con urgencia! —le rugió, necesitando la ayuda de lo