Capítulo 58 — La carta escrita con lo que nunca se rompió
(Punto de vista: Adrián)
Nunca pensó que una pluma podía doler.
Cuando abrió el cajón donde siempre la guardaba, no la encontró. Buscó en valijas, carpetas, estuches olvidados y cajas de archivo. Revisó tres veces el escritorio. Nada. Y entonces lo supo.
Valeria.
Su madre no tardó en confirmarlo: la habían visto entrar al apartamento de soltero. Salió con otra cartera, distinta a la que llevaba, y fue directo a la casa de empeños Coral. La secuencia era clara. Ella lo había hecho.
Y en ese momento, Adrián no dudó más. Hizo varias llamadas. Primero a su abogado, luego al encargado de cámaras del edificio. Por último, a un viejo contacto que solía frecuentar la casa de empeños. Fue así como recuperó lo que Valeria se había llevado… pero también algo más: su voz.
Porque esa lapicera no era solo un objeto.
Era la que Sofía le había regalado cuando se recibió.
Negra, con vetas doradas, cuerpo metálico y peso exacto.
Una pieza elegan