CAPÍTULO — Los Días donde el Amor Aprende a Respirar
Milagros estaba sentada en el sillón, con las piernas apenas elevadas y una mano apoyada en el vientre, como si ese gesto ya fuera natural, instintivo. Afuera, Montevideo seguía con su ritmo habitual, pero dentro del apartamento el tiempo parecía haberse vuelto más lento, más amable.
Faltaban pocos días para la boda.
Y, por primera vez en mucho tiempo, no había urgencia.
Ayden no estaba. Había salido temprano con Benjamín a probarse el traje. Ella lo había visto irse desde la cama, todavía medio dormida; aunque hubiera querido despertarse del todo para despedirlo, no podía. El sueño la vencía últimamente. Él salió con ese cuidado exagerado que tenía ahora: cerrando despacio, caminando sin hacer ruido, dejándole un beso en la frente.
—No te muevas mucho —le había dicho él, serio, antes de irse.
—No pienso moverme —respondió ella, sonriendo—. Hoy me toca quedarme quieta.
Y era verdad.
Ese día, Milagros tenía la última prueba del vesti