CAPÍTULO — La Vela que Sostiene la Esperanza
El apartamento estaba en silencio.
No era un silencio incómodo, sino ese silencio nuevo que aparece cuando dos personas están cuidándose de verdad. Milagros estaba recostada en el sillón, con una manta liviana sobre las piernas y las manos siempre apoyadas, casi sin darse cuenta, sobre su vientre. Ayden estaba cerca, siempre cerca, como si hubiera aprendido que la distancia ya no era una opción.
Habían pasado así varios días.
Comidas suaves. Siestas compartidas. Besos tranquilos. Conversaciones cortitas, como si ninguno quisiera decir en voz alta lo que los dos pensaban: que estaban esperando algo que podía cambiarlo todo.
El celular de Ayden vibró sobre la mesa ratona del living.
Esa llamada les dió un brinco en el corazón a ambos .
Lo sintieron igual.
Ayden lo miró. Milagros lo miró a él.
—Es de la clínica —dijo él, sin abrir la llamada todavía.
Milagros asintió despacio.
Ayden escuchó . Tragó saliva.
—Ya están los r