CAPÍTULO — El Día en que los Sueños Tomaron Forma
(Punto de vista de Milagros)
Desperté con una tibieza dulce en el pecho, como si todo mi cuerpo todavía recordara la noche anterior: el amor, la risa, el agua cayendo sobre nosotros, la sensación nueva —increíble, gigantesca— de saber que ya éramos una familia.
Ayden entró al cuarto empujando la puerta con la cadera, porque tenía las manos llenas. En una traía una bandeja con desayuno; en la otra, el termo y el mate.
—Buen día, mami de mis bebés —me dijo con esa sonrisa que me derrite entera—. Hoy no se trabaja temprano. Hoy disfrutamos el desayuno juntos.
Me acomodé entre las almohadas mientras él dejaba todo sobre la cama.
—No exageres —me reí.
—No exagero nada —respondió, cebándo un mate—. Hoy elegimos dónde vamos a vivir. Mínimo necesitamos un mapa y un arquitecto.
—Y un calmante para tu ansiedad —lo provoqué.
Él se sentó a mi lado, abrió la notebook y la apoyó sobre sus piernas juntas.
—A ver… —dijo—. Casas con patio gran