CAPÍTULO — El Miedo que Nace, el Amor que Contiene
(Punto de vista de Milagros)
El video aún seguía reproduciéndose en la notebook cuando Ayden apoyó la cabeza en mi hombro, como si también necesitara sostén, aunque él siempre intentara mostrarse de hierro. Los latidos de los bebés llenaban la habitación, repetidos, constantes, hipnóticos. Ese sonido ya no era solo un registro médico: era mi nueva forma de respirar, de existir.
La casa estaba en silencio. Habíamos despertado tarde, sin alarmas, sin apuro. Ayden había avisado a Marta que no iríamos a la oficina, que reagendara todo lo que se pudiera y lo demás… quedaría para después.
Ese día queríamos vivir. Nada más que eso.
Yo tenía una mano apoyada sobre el abdomen sin darme cuenta. Ayden lo notó y sonrió apenas, como si ese gesto simple ya le hubiera cambiado la vida.
Entonces, la voz de Sofía cortó el aire.
Suave. Cálida. Pero seria.
—Chicos…
Levanté la mirada. Sofía estaba sentada frente a nosotros. Había llegado hacía u