Milagros — La Visita al Hospital
Milagros caminó con paso seguro, aunque por dentro llevaba un nudo en el estómago que se apretaba cada vez que pensaba en Ayden, en la forma en que se habían reencontrado, en todo lo que todavía no habían hablado.
Al doblar en la esquina hacia la habitación, vio a Adrián Castel salir justo en ese momento. Él levantó la vista, la reconoció al instante y sonrió con esa mezcla de cariño y nostalgia que solo los adultos que vieron crecer a alguien pueden tener.
—Mi niña… —murmuró él antes de abrir los brazos.
Milagros no dudó ni un segundo.
Se acercó y lo abrazó fuerte, con esa calidez que había mantenido intacta desde la adolescencia.
—Hija… qué bella que estás —dijo Adrián, separándose un poco para mirarla bien, como si necesitara confirmar que la vida la había tratado mejor de lo que él temía—. Te felicito por tu carrera. Ya me enteré de que estás trabajando con Funes. Te felicito de verdad, todo lo mejor, hija.
Ella sonrió con un respeto