Capítulo —Reflexiones de una madre
La casa dormía.
El reloj del pasillo marcaba casi la medianoche y solo se escuchaba el tic-tac suave que se mezclaba con el rumor del mar a lo lejos, ese sonido manso y constante que parecía arrullar las paredes. Afuera, el viento apenas movía las cortinas del living y una luna redonda se colaba entre los vidrios.
Habían pasado varios años desde aquel cumpleaños de Ayden.
El tiempo había traído calma, pero también nuevas inquietudes. Sofía, parada en el marco de la puerta del cuarto infantil, observaba en silencio.
Ayden dormía boca abajo, con el peluche apretado contra el pecho y una piernita colgando fuera de la sábana. El pelo rizado se le desparramaba sobre la almohada, y cada tanto murmuraba algo entre sueños. Era tan lindo… y, sin embargo, en su dulzura ya se adivinaba un carácter difícil. Ese gesto entre altanero y tierno que, si no lo cuidaban, algún día podría volverse un problema.
En la otra habitación, Mía descansaba con las manitos abiert