Capítulo — En brazos de mamá
El reloj del hospital marcaba las ocho de la mañana. La noche había pasado lenta, entre controles médicos y visitas silenciosas a neonatales, donde Adrián no se cansaba de pegar la frente al vidrio para mirar a su hijo. Cada vez que lo veía mover las manitos diminutas o fruncir la nariz, sentía que se le partía el alma de orgullo. Las enfermeras nos llenaban de fotos el celular a pedido de su papá.
Pero esa mañana, cuando la enfermera entró a la habitación con una sonrisa que iluminaba su rostro, supo que algo diferente estaba por ocurrir.
—Mamá, papá —anunció suavemente, sosteniendo una pequeña cuna móvil—, llegó el momento que estaban esperando.
Adrián se levantó de golpe de la silla, con los ojos rojos por la falta de sueño, y Sofía, que aún estaba recostada, se incorporó como si el cansancio se hubiera borrado de un plumazo.
—¿Está bien? —preguntó ella, con la voz quebrada.
La enfermera sonrió, y el gesto le devolvió aire a todos.
—Doctora