Capítulo — La Verdad de un Padre
La tormenta seguía golpeando con furia los ventanales del hotel colonial. Julia estaba sentada en la cama, abrazando su peluche, con la mirada fija en el piso. Sus labios temblaban como si quisiera hablar, pero se contuviera. Guillermo la observaba, con el corazón latiéndole en la garganta. Sabía que debía dar el paso.
De pronto, la niña levantó la vista, y con un hilo de voz dijo lo que venía guardando en el pecho:
—Mamá me dijo que era mentira… Que vos ya estabas bien, que no venías porque estabas con otra mujer.
El silencio se volvió un golpe seco en el pecho de Guillermo. Respiró hondo, se inclinó hacia su mochila y sacó el celular. Con las manos todavía marcadas por cicatrices, abrió la galería de fotos y se la acercó a Julia.
—Mirá —dijo con voz firme, pero cargada de ternura—. Cada día que estuve lastimado me saqué fotos de las curaciones. No para mí… para vos. Para que cuando llegara este momento, pudieras ver que nunca te mentí.
Julia to