De enemiga a madrastra.

Judith seguía protestando por las cosas que le había dicho Dylan y Maya apretaba los labios para no reír, ya que ciertamente a pesar del enfado que ella ve que Judith siente con Dylan muy en el fondo lo ama.

«Tal vez debo ayudar a Dylan, él ha venido varias veces a pedir perdón, quizás sus sentimientos son reales, además podría conocer mejor a su amigo; ese hombre me parece bonito, aunque su carácter no lo es», cavilaba Maya sumergida en su propia nebulosa y Judith seguía hablando, pero ella no le prestaba atención.

—¡¿En qué rayos estoy pensando?!— chilló horrorizada y, sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos sobre Alexis.

Entonces Judith paró abruptamente de hablar y la miró fijamente provocando que Maya tragara grueso.

—Sí, cuéntame Maya, ¿en qué estaba pensando? — inquirió con ojos entrecerrados, haciendo que su amiga se pusiera más nerviosa.

—Eh...no en nada, solo te escuchaba, y sí, tienes razón—. Maya agitaba las manos.

—A ver, si piensas que tengo razón, repíteme lo
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