Capítulo 61
El interior del coche respiraba en silencio; sólo se oía el murmullo uniforme del motor. Daryl ocupaba el asiento del conductor con el semblante sereno, aunque de vez en cuando desviaba la mirada hacia Lilian, que estaba a su lado. Ella parecía todavía confusa; de vez en cuando apretaba los dedos para calmarse.
Gabriel, sentado en el asiento trasero, mostraba otra disposición. El niño tarareaba bajito, abrazando su muñeco como si la tensión de los asientos delanteros no le rozara. Su sonrisa se ensanchó al mirar a Daryl por el espejo retrovisor.
—Tío Daryl, ¿cuándo me llevarás a jugar? —preguntó Gabriel con ingenuidad, los ojos brillantes—. Echo mucho de menos a Aurora.
Daryl giró la cabeza un instante y sonrió levemente a través del espejo.
—Si mamá lo permite, podremos jugar otra vez. A Aurora también le hará mucha ilusión jugar contigo.
Gabriel lanzó un pequeño brinco de alegría.
—¡Yay! —dijo, aplaudiendo, y volvió a ocuparse de su muñeco.
Lilian sólo pudo girarse hacia