Lucien estaba sentado junto a la ventana, con los brazos cruzados y la mirada perdida en la oscuridad. Margaret, a su lado, sostenía la mano herida sobre su regazo, intentando ocultarla. Frente a ellos, Shaira se removía nerviosa, incapaz de soportar la incomodidad que llenaba el espacio.
Lucien se inclinó hacia adelante y dio una orden seca al conductor:
—Clarens, primero, lleva a la señorita Shaira a su casa.
El chofer asintió sin decir palabra. Shaira lo miró por el retrovisor y luego volvió la vista hacia Margaret. Su voz sonó débil, se sentía tan culpable por ver a su amiga en ese estado.
—Margaret… yo… lo siento tanto —susurró, con los ojos empañados—. Todo esto fue por mi culpa. Si no te hubiera llamado… si no me hubiera vestido así, quizá ese tipo no se habría acercado, no estuviéramos pasando por esto, perdón.
Margaret la miró con calma, intentando no dejar entrever el cansancio que le pesaba sobre los hombros.
—No digas tonterías —respondió suavemente—. Nada de esto fue t