Pero su aparición llegó envuelta en rumores.
En cada rincón de la empresa se susurraba lo mismo: que el señor Ferrer había ido a recoger a la nueva CEO la noche anterior. Despertando la envidia de muchas de las empleadas del lugar, unas alababan lo afortunada que era, y otras más bien decían, que ella no era lo suficiente para él.
Lorain caminaba entre los pasillos con una sonrisa compuesta, saludando a cada grupo de empleados que bajaban la voz apenas la veían. Al cruzar miradas con Margaret, no pudo evitar mirarla fijamente a los ojos, y darse cuenta de ese pequeño detalle: sus labios aún estaban ligeramente hinchados, como si el roce de alguien los hubiera marcado durante la noche.
El recuerdo la hizo arder por dentro, como si se tratara de una sucia casualidad.
La noche anterior había intentado seducir a Lucien, apenas llegaron al departamento, semidesnuda, se acercó a él y quiso besarlo, pero él, simplemente la apartó a un lado.
—Necesito aire —dijo, saliendo otra vez sin mirar