Margaret avanzó con paso firme hacia la mujer. Su mirada, filosa y cargada de desdén, recorrió a Lorain de pies a cabeza antes de interrumpir sin pudor, la cálida bienvenida que los jefes le ofrecían.
—¡Oye! —gritó, alzando la voz con una seguridad que hizo girar a todos.
Lorain bajó lentamente sus gafas oscuras, arqueando una ceja con fastidio.
—¿Disculpa?
—Entonces, ¿tú eres la gran CEO de la sucursal? —preguntó Margaret con tono cortante.
Lorain soltó una risita burlona.
—Por supuesto que sí. Pero tú… ¿Quién se supone que eres? —la observó con curiosidad. Había algo en esa mujer que le resultaba vagamente familiar, aunque no lograba ubicarla.
—Ay, por favor —replicó Margaret, llevándose una mano al entrecejo—. ¿Qué pruebas tienes de que realmente eres la CEO?
Lorain cerró sus gafas de golpe y caminó hacia ella.
—¿En serio no sabes quién soy yo? —musitó con una sonrisa forzada, fingiendo timidez—. Intentaba mantener un perfil bajo, pasar desapercibida, pero no imaginé que mi padr