Eliza viajó con anticipación a Manhattan, su papel era asegurarse de que todo estuviera en orden para la llegada de la nueva CEO: reuniones confirmadas, departamentos preparados, y cada jefe al tanto de lo que significaba recibir a Margaret Gold como líder.
Mientras tanto, Margaret permanecía en la capital. Necesitaba asegurarse de dos cosas antes de marcharse, que su madre se encontraba estable y sobre todo, que el bebé que venía en camino también estaba bien.
El médico revisó los resultados con calma, luego levantó la mirada.
—La señora Mérida está mejorando, aunque el proceso es lento. Y en cuanto al bebé… su crecimiento es normal, saludable. No hay complicaciones.
Margaret cerró los ojos, aliviada. Apretó la mano de su madre y acarició su vientre con un gesto casi instintivo. Solo entonces se permitió emprender el viaje hacia aquella ciudad que tanto le recordaba.
La noticia de su llegada ya se había difundido. Eliza había cumplido con su deber: notificó oficialmente a los jefes