[ALYA]
El impulso me arrastra hacia él antes de que pueda pensar. Esta vez no hay palabras, no hay reproches: solo existe Zaed y todo lo que hemos contenido durante años. Mi cuerpo se pega al suyo, sintiendo la fuerza de sus brazos envolviéndome, y un fuego antiguo y prohibido se enciende en mí, consumiendo cualquier pensamiento racional.
—Alya… —susurra, la voz rota, urgente—. Te necesito… ahora.
Mis manos recorren su cuello, sus hombros, su pecho, aferrándome a él como si soltarlo significara perderme. Sus labios devoran los míos con hambre y desesperación. Es un beso salvaje, posesivo, que mezcla arrepentimiento y deseo; un beso que me derriba y me construye al mismo tiempo. Cada segundo es un recordatorio de lo que sentimos y de lo que hemos perdido.
El candelabro olvidado queda suelo, pero no importa. La oficina se ha convertido en un mundo aparte, un lugar donde todo lo prohibido se hace inevitable. Su aliento me roza el cuello, sus manos exploran mi espalda, mis caderas, y sien