[ALYA]
Una semana después
Llevo días sumida en una fantasía que yo misma me inventé para no enloquecer. Es la única manera que encontré para escapar de la rabia que me provocó el regreso de Zaed: inventarme que todo fue un desvarío, una breve resurrección de un pasado que no debía volver. Odio que haya roto mi paz, que haya removido mi pasado con la simple fuerza de su sonrisa. Odio que con un solo gesto me haga desearlo otra vez, y luego —como si el destino se complaciera en su crueldad— haga que todo se derrumbe, otra vez, como aquella vez.
Trabajo como una loca para no pensar. Paso las horas clavada en planos, llamadas, reuniones imaginarias; me oculto en el despacho porque ahí, al menos, las decisiones tienen medidas y márgenes, y mi corazón no. Me dejo caer en los brazos de Samuel por inercia: compañía, seguridad, esa especie de afecto plano que tranquiliza y anula al mismo tiempo. Los preparativos de la boda avanzan con precisión de maquinaria: listas de invitados, elección del