Capítulo 41. Consecuencias

Leonardo

El golpe seco de la puerta al cerrarse me deja paralizado. El eco de los pasos apresurados de Lucía se pierde por el pasillo, pero el silencio que queda me aturde más que cualquier grito. Alice me mira, pálida, con los labios aún temblando por lo que acaba de pasar.

—Leo… —susurra, como si quisiera disculparse por algo que no tiene remedio—. ¿Crees que ella…?

Niego con la cabeza.

—No dirá nada —aseguro.

Ella se cubre con las sábanas y se aparta, como si la distancia pudiera borrar lo que mi hermana acaba de ver. Yo me visto rápido, con el corazón golpeando como un martillo contra mis costillas.

No puedo dejar que Lucía se quede con esa imagen sin explicaciones.

Salgo de la habitación y la busco. La encuentro en la sala, sentada en el sofá, con las manos en la cara. Cuando me oye acercarme, se levanta de golpe.

—No hace falta que digas nada —dice, negando con la cabeza, evitando mi mirada—. Y no se te ocurra decir que no es lo que pienso.

—No pensaba hacerlo —respondo, intent
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