Lo siento

Ellie viendo que su padre no habría la puerta, a pesar de su llamado, corrió por un teléfono público.

Desesperada, llamó a Josías para viniese a su rescate, mas sus llamadas eran rechazadas una a una.

"Vamos Josías, te necesito" —rogaba marcando una y otra vez su número de teléfono, pero cada que Josías escuchaba la voz de Ellie, rechazaba la llamada.

Ellie quiso pensar que era porque llamaba de un teléfono público, aunque le extrañaba pues su voz se escuchaba en ella.

Para Josías el que Ellie llamara de un teléfono público, significaba una sola cosa, era pobre igual que él, y ¿para qué arriesgarse con ella? ¿qué objetivo tenía? si su interés era el dinero, todo el que ella pudiese tener en su cuenta.

—Deja de llamar, me volverás loco Ellie, loco —suplicaba él viendo las múltiples llamadas.

Cansada de llamar a su príncipe azul, Ellie decidió volver a casa, tocó la puerta, sonando el timbre que había en él, sin embargo nadie aparecía en la puerta; intentó una vez más calar en el corazón de su padre, pero éste solo de negó a abrirle, dispuesto a que Ellie asumiera su responsabilidad.

—No debiste insultarme, Ellie, jamás debiste comparar un don nadie conmigo, estás lejos de saber quién soy yo o quién es Sandro Casso.

.

.

—Buenas noches, ¿Ellie se encuentra?

Sandro, preocupado por la situación en la que Ellie se había metido, la llamó, con el pretexto de invitarla a desayunar por la mañana y así poder hablar de los puntos del contrato.

—No, en este momento no se encuentra —respondió su hermana —papá la a corrido de casa —soltó sin darse cuenta.

—¿Qué has dicho? —cuestionó.

—Nada, no he dicho nada —Elizabeth colgó la llamada, asustada por el error que acababa de cometer, ahora ¿ qué pensaría Sandro de sí padre?

"¡Maldición papá!"—se dijo así mismo —¿qué rayos hiciste?

Sandro corrió por las llaves de su auto y bajó a toda prisa, ante la mirada de sus padres.

—¿A dónde vas a estas horas? —cuestionó su padre —es muy tarde para que salgas, además, tienes muchas cosas por hacer.

—Es cierto, padre, es muy tarde, pero a Albert eso no le importó, ¿sabes porqué? porque en este momento Ellie anda por ahí en la calle, gracias a ti y tu bocota, su padre la echó de casa. ¡Gracias papá!

La molestia de Sandro era grande, no porque sintiese algo por la chica malcriada, si no porque su padre se había inmiscuido en sus cosas una vez más.

"Ojalá pueda hallarte Ellie" —se dijo así mismo.

Augusto, asombrado, tomó el celular y llamó a Albert, pero esto no quiso responder, imaginó que el compromiso se había roto y no quería escuchar dichas palabras.

"¿Dónde estás Ellie?" —se preguntó Sandro, quien miraba a ambos lados de la carretera hasta que la visualizó caminado, con su rostro inclinado y completamente descalza.

Detuvo su auto y bajó a toda prisa, hasta llegar a ella, la tomó por los hombres e hizo que lo mirase.

—¿Estás bien? —preguntó en tono suave y muy preocupante.

—No —soltó en llanto Ellie, recordando la golpiza que su padre le había dado, pues era la primera vez que él hacía tal cosa, ¿dónde estaba el amor qué él profesaba por sus hijas?

Primero fue los insultos, las amenazas, el bloqueo de su tarjeta bancaria, y ahora, ¿qué más debía esperar de su parte? si se había atrevido a pegarle de esa manera.

—Tranquila, tranquila.

Sandro, alzó el rostro de Ellie y vio los golpes que tenía en él, y maldijo en su interior, esto era culpa de su padre por querer siempre tener el control de todo lo que a su alrededor se movía.

—No me mires, por favor, déjame.

Ellie quitó las manos de Sandro de su rostro e hizo a caminar, no obstante, la detuvo y no lo permitió, no dejaría que anduviera por ahí en esas fachas, peligrando su vida.

—Ven, te llevaré a casa Ellie.

Sandro hizo a caminar, mas Ellie no se movió de su lugar, sabía que de llegar a su casa, su padre no la aceptaría en ella y no tendría más remedio qué dormir afuera, cosa que no quería que pasara.

—No quiero ir a casa, Sandro, no puedo acercarme allí, por favor.

—Te llevaré a mi casa o ¿prefieres un hotel?

—Un hotel —dijo apenas audible —llévame a un hotel.

—Un hotel será —le respondió él con suavidad acariciando su cabellera, se sentía muy culpable de lo que hoy le sucedía a la chica —Tranquila.

Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, Ellie sintió los brazos de Sandro y soltó el llanto, el mismo que estaba intentando guardar.

—Calma Ellie, calma, por favor, vamos, buscaremos un hotel donde puedas dormir.

Cuando llegaron al hotel, ambos se registraron y subieron a la habitación, allí Sandro logró apreciar cada golpe que Ellie tenía en su cuello, brazos y piernas.

—¿Quién te hizo todo esto Ellie? dime ¿quién se atrevió a pegarte de esta manera?

Sandro se arrodilló delante de ella, quién estaba sentada al borde de la cama.

—Me besé con Josías, fue un beso de despedida —comenzó a decir en medio de lágrimas —papá me pegó, me amenazó porque posiblemente mañana tú y tu padre llegarán a casa y cancelarán el compromiso.

—¿Lo fuiste a buscar? —interrogó él

Ellie miró a Sandro directo a sus ojos: —lo siento, fui a despedirme de él y me besó como despedida, no creí que pasaría esto, no sé cómo papá se dio cuenta de ello, pero te juro que yo nunca lo besé, él fue quien lo hizo.

—Ellie, una de las cosas que tienes que tener claro es, ¿quieres que haya amantes en el matrimonio? es decir ¿puedes soportar verme con mujeres en la cama? ¿quieres tener tú amantes?

Fueron casi las palabras que su padre le dijo a Ellie horas antes, ¿podría ella verse en la cama con Josías y luego tener que procrear hijos con Sandro?

—¿Es lo que quieres? —cuestionó ella, limpiando su rostro —¿quieres tener amantes?

—No, no quiero tener amantes Ellie, no me complace tal cosa, pero ¿qué deseas tú?

—Entonces, tampoco, no me gustaría tener que convivir contigo, cuando tenemos una fila de amantes, no quiero eso.

Sandro se sintió aliviado al escucharla decir eso, claro que, tendrían que poner fecha para cada cosa, incluyendo, para concebir hijos, era una locura que tuvieran que trabajar así.. pero ¿qué más quedaba?

—Me alegra escucharle decir eso, de mí no esperes amantes Ellie, espero contar con eso de su tu parte también.

Ellie quién seguía llorando afirmó: —no tienes de qué preocuparse, no quiero causar más problema, tampoco quiero tener problemas con mi padre o con tu padre, incluso no quiero tener problemas contigo.

Sandro se puso en pie, le dio la última mirada a su rostro que ya presentaba algunos morados tras los golpes.

Tomó las llaves del carro y se despidió de ella, diciendo: —Descansa, mañana vendré por ti para desayunar, estaré aquí a eso de las nueve de la mañana, traeré ropa para ti.

—Ok —sonrió Ellie, pero fue una sonrisa llena de dolor.

Sandro se marchó del hotel para dejarla descansar, fue directo a casa de Albert y el hombre apenas lo vio sintió miedo, por el enojo que había en él.

—He venido por algunas pertenencias de Ellie, así como por su celular —Elizabeth corrió por algunas pertenencias de Ellie, su cartera y su scelular.

—Aquí tienes Sandro —una incomodidad lo invadió, al sentir la mirada que Elizabeth le daba, pues a penas con quince años, ya se sentía una mujer con derecho de codiciar hombres.

—Gracias —respondió cortante —una cosa más, señor Albert, ya me contó mi padre lo que sucedió esta tarde con Ellie y el tipo a quien ella quiere, dos cosas le diré y espero que las acate.

Albert se encogió de pena, porque había fallado una vez más.

—Claro, joven Sandro, ¿qué cosa es lo que tiene que decirme?—respondió, intentando ser fuerte.

—La primera: quiero que sea la última vez que le pone un dedo encima a su hija, porque de no ser así, será usted el culpable que no quiera tener negocios con suegro como usted y dos: soy yo quien decido qué cosas haré referente a Ellie y ese tipo, no usted y no mi padre ¿comprende?

Albert afirmó al mandato de Sandro.

—Claro, hablaré con Ellie por la mañana.

Sandro se marchó a su casa, donde al llegar discutió con su padre a tal punto que su hermano se involucró en la discusión, para intentar detenerla.

—¿Qué sucede? –se apresuró a decir Renata, acomodando su bata, posiblemente estaba saliendo de la cama donde disfrutaba con uno de sus amantes.

—Dile, papá, dile lo que hiciste.

—Sandro, no creí que Albert hiciera tal cosa, debía llamarle la atención a su hija, pero no que le pagara con tanta brutalidad.

—¿Corregir? padre ¿de qué corregir hablas? ¿acaso mis abuelos intervinieron en las mierdas que ustedes hacen cada noche? —cuestionó molesto.

—Respeta —gritó su madre ofendida, sabiendo que minutos antes, estaba en la cama con su amante, número ocho en lo que llevaba del año.

—Respeten ustedes también, antes de dar quejas, tengan la decencia de comentármelo primero y dejen que tome las decisiones, Ellie será mi esposa y seré yo quién dicte si hay o no amantes.

Ni su padre, ni su madre o su hermano, podían creer el enojo que tenía Sandro.

—¿Tan mal había quedado la chica por la golpiza de su padre? —se preguntaban entre ellos, cuando Sandro se marchó a su habitación.

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