Rebeca no tardó en aparecer en el radar de Sandro después de que Ellie salió de su oficina.
Como si lo hubiera olido. Como si llevara años esperando ese momento exacto.
—¿Estás bien? —preguntó con su voz cálida, casi maternal, entrando sin tocar la puerta. Como si tuviera ese derecho.
—No —respondió Sandro, con la mirada fija en su celular. Esperando ese impulso por llamarla.
Quizás ella le había dicho la verdad y el simplemente lo había rechazado por su orgullo y su dolor, aunque este último era el que más pesaba y el que le impedía ir tras ella.
Todo dentro de él estaba roto. No solo por lo que Ellie había hecho, sino también por lo que Josías insinuaba, lo que decía y hacía, era un hecho que no se iba a cansar hasta recuperar el amor de Ellie, aunque eso significara acabar con él.
—¿Quieres hablarlo? —preguntó Rebeca, con una copa de vino en la mano. Un gesto de tenerlo todo listo como una tragedia para conseguir lo que quería.
—No sé si pueda arreglar esto —conf