¿Cómo lo sabes?

Ellie llegó a casa y se lanzó a su cama, donde una vez más lloró desconsolada, recordaba las palabras de Josías y el fatídico adiós que le dio, recordaba a su vez; las palabras crueles de su padre y lo odiaba, odiaba todo lo que él hacía por un poco de poderío y una reputación, que con los años se iría tras su muerte.

—Me tienes hasta el cansancio de verte llorar, ¿no te cansas de dar lastima?

Le reclamó su hermana, mirándola con desprecio, tan solo años atrás era Ellie quién pedía un hombre adinerado con quién poder casarse y tener lo que las jóvenes de su edad sueñan.

—Vete, largo de mi habitación, largo o no responderé por lo que pueda pasarte.

Su padre, entró a la habitación y con un cinto la castigó, su berrinche ya colmaba su paciencia, una que se estaba limitado por la vejez.

—Vuelves a tratar a tu hermana de esa manera y no responderé, Ellie, ¿qué diablos te hizo Josías? ¿eh?

—Amarme, eso hizo.

Le gritó Ellie a su padre, sacando de él una bofetada en su rostro pálido. Ellie lo miraba con dolor e incredulidad, jamás creyó que su padre fuera tan cruel cuando algo por su cabeza se cruzaba y de ella no salía, ¿cómo fue tan atrevido al pegarle y bofetearla? ¿cómo pudo ser capaz de hacer tal cosa?

—Eres una ignorante, eso eres, una que no sabe qué es amar y crees que ese tipo, el primero que se aparece en el camino, te lo ha demostrado, ¿acaso lloró por tu adiós?

Ellie entendió que su castigo no era por las palabras que le dijo a su hermana, esto se debió a que sabía que minutos antes estuvo con Josías.

—¿Cómo lo sabes?

Cuestionó sentándose en la cama, lista para recibir otro castigo de parte de su progenitor.

—Eso qué importa, no has iniciado el matrimonio y ya te comportas como una cualquiera, ¿eso es lo que pretendes?

—¿Por qué me ofendes de esa manera? ¿por qué tienes que tratarme así padre?

Lloraba sin consuelo, tras las palabras grotescas de un Albert enfurecido por la amenaza de su consuegro, pues tan solo media hora antes de Ellie llegar a casa, Augusto se presentó y advirtió a Albert diciendo:

—Tu hija está besuqueándose con un fulano en plena luz del día y frente a las personas que por aquella acera pasaron, te lo digo amigo mío, tan solo un escandalo que provoque tu hija y todo se va al demonio, así Sandro quiera evitarlo, ¿comprendes?

¿Qué remedio le quedaba a Albert? Ninguna, más que aceptar aquellas palabras por el bien de su hija.

—Si mañana, oye bien Ellie, si mañana se hace presente Sandro y cancela el compromiso, te quitaré todo, inclusive el apellido y serás nada, porque estoy seguro que ese tipo de ti, lo único quiere es dinero, mucho dinero.

Por supuesto que ella no creí en la crueldad de las palabras de su padre, estaba convencida que solo lo decía por el enojo de saber que ella, una vez más eligió al hombre que hacía latir su corazón.

—Y, ¿qué si Sandro se hace de una amante? ¿tengo que aguantar tal cosa solo porque será mi esposo?

—Mira, creo que a ti tengo que explicar todo con dibujos, parece que no sabes captar bien las cosas —la insultó una vez más su padre —tienes un contrato por firmar, donde establecerán que cosas pueden o no hacer durante el matrimonio, pero hasta entonces, tendrás que guardar las apariencias, Ellie, porque a como vas, terminarás arruinando todo y quedarás en la calle.

—Prefiero quedar en la calle que casarme con Sandro, prefiero ser una desconocida para ti, antes de cargar con el peso de tu avaricia. Al menos así, podría hacer mi vida con Josías, un hombre que vale más que por todos ustedes.

Ese fue el gran error de Ellie, pues su padre, con enojo y lleno de ira, la arrebató a golpes y la sacó de su recamara, sin importarle los gritos de dolor de Ellie. Bajó con ella arrastras por las escaleras y la casó de la casa.

—Ve a buscar a Josías y dile que eres una pobre diabla que se ha quedado sin dinero, largo, Ellie, ve y vive de amor.

.

.

—¿Por qué hiciste tal cosa padre? —le reprochaba Sandro, quién no podía creer el atrevimiento de su padre y la deslealtad de su prometida —debiste decírmelo primero, antes de ir y hacer ese escandalo en casa de Albert, no sabes los problemas en los que pudiste meter a esa chica.

Augusto estaba más que decepcionado de su futura nuera, y es que, sí, ambos podían tener libertinaje si así lo consideraban pertinente, pero, ninguno de los dos lo habían conversado.

Además, el tener un amante conllevaba más allá de un disfrute, el susodicho o la susodicha debían guardar silencio bajo un acuerdo.

—¿Es que acaso aun no comprendes que esa mujer nos puede envolver en un problema futuro? Entiende que, no puedes estar a la luz del día besándose con quien se les dé la gana, Sandro, tienen que guardar las apariencias si desean que esto funcione.

—Tu padre tiene razón —interrumpió su madre —¿has escuchado mencionar a las amantes de tu padre o incluso a los míos?

Sandro por un momento analizó la pregunta que su madre le había formulado, y era verdad, jamás se había escuchado decir alguna cosa de la familia Casso, más allá de la familia perfecta que todos creían.

—Hablaré mañana con ella y veré a qué acuerdo llegamos.

Sandro, odiaba la idea de tener que compartir la cama con una mujer, a la que otros hombres usaban, odiaba la idea también; de tener sexo con otras mujeres y llegar a su casa, y acostarse con Ellie para procrear hijos.

—Bien, espero que esa chica aprenda la lección y se enfoque en su labor, porque no estoy dispuesto a seguir tolerando su falta de irresponsabilidad.

Sandro, se puso en pie y se marchó a su habitación, donde meditó, ¿qué futuro tendría él con Ellie? Pues, posiblemente ese hombre se convertiría en el amante fiel de ella y eso le preocupaba, ya que una persona ciega por amor, cualquier cosa podía hacer.

“Tenías que ir a buscar a ese hombre, Ellie” —se repetía Sandro, aunque entendía por lo que ella estaba pasando, ¿quién querría casarse de la noche a la mañana con un extraño y a la misma vez estar enamorada de otro hombre?

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