Ellie intentaba seguir su vida con normalidad, pero la calma era solo una apariencia. El corazón le latía rápido cada vez que pensaba en Sandro, en ese silencio brutal con el que él había respondido a su sinceridad.
Nada… ni una llamada. Ni un “ok”. Ni un emoji. Nada.
Había regresado a casa después de dos días, aunque Sandro siquiera había notado su ausencia.
—¿Quiere comer algo? Ellie
Ella miró a Nita y negó con su cabeza, prosiguió su camino hacia su habitación y allí se encerró.
—¿Vas a seguir asi sin hablarme? —Le cuestionó a Sandro por mensaje, pero una vez más no hubo respuesta de su parte.
Y entonces llegó el mensaje. No de Sandro. De Josías.
> “Tenemos que hablar. Es urgente.”
Ellie sintió cómo la ansiedad le subía por el estómago como veneno. Quiso ignorarlo. Lo bloqueó. Pero cinco minutos después, una nueva notificación:
“Si no vienes, tendré que contarle a Sandro todo.”
Ese “todo” era lo que la descolocaba. ¿Qué sabía Josías que pudiera destruirla?