Margara Scott iba saliendo del gimnasio donde normalmente entrenaba para mantenerse en forma y juvenil.

Ya que consideraba que si, en algún momento, su sobrina, Serena, fallaba en conseguir un buen prospecto de marido, ella aún podría hacer uso de su belleza icónica de sus épocas de oro.

Casi subía a su elegante Mercedes, cuando Sergio Carrasco la interceptó.

- ¿Margara Scott? -dijo el hombre sin ninguna emoción en el rostro.

- ¿Sí? ¿Quién pregunta por ella? – dijo la mujer sin reconocer al hombre frente a ella.

- Supongo que no debe saber quién soy, mi nombre es Sergio Carrasco y pertenezco a una de las familias de más renombre en México.

- ¡Oh! He oído hablar de usted, ¿Qué necesita? ¿En qué le puede ayudar esta humilde mujer?

- No me gustan tanto las ceremonias, pero creo que usted, su sobrina y yo, podríamos hacer algo que nos dará muchos beneficios a futuro… ¿Está usted interesada?

Margara creyó que él pediría la mano de Serena, ya que el hombre frente a ella, que lucía joven, apu