Eva miraba al hombre que estaba frente a la estufa cocinando y no podía creer lo que sus ojos veían.
¿Dónde se ocultaba, en este momento, aquel imponente hombre de negocios?
Ahora lo único que podía ver era a un hombre normal, un hombre que la llenaba de atenciones y mimos, además de otras cosas. Claro estaba, lo que hacía que ella solita se sonrojara.
- ¿Vas a ir a ver a Sara hoy? -preguntó Alejandro para ajustar su itinerario.
- Sí, ayer no pude, pero debo ir a verla… -dijo Eva, mirando cómo el hombre le acercaba un plato con fruta finamente picada y hotcakes.
- ¡Gracias! ¡Se ve delicioso! -dijo Eva, como si de un cumplido se tratase.
- ¡Está delicioso! -dijo el hombre apagando la estufa.
- Tú ¿Qué vas a desayunar?
- Por hoy… Solo quiero café… -dijo el hombre acercándose a ella.
Eva se encontraba sentada en un banquillo alto en la barra de la cocina, por lo que le quedaba justo a la altura del hombre.
Alejandro giró el banquillo haciendo que las piernas de Eva rodearan la cintura d