39. ¿Qué he hecho?
Narrador Omnisciente
El arma seguía temblando en la mano de Esteban, pero su mirada era fija, fría… desesperada. Emilia tragó saliva, con los ojos llenos de lágrimas. Sabía que cada palabra que dijera podía salvarle la vida… o terminarla.
—Esteban… por favor. Baja el arma —dijo en voz baja, con la voz quebrada—. Nadie tiene que salir herido.
Esteban no respondió. Sus ojos recorrían el rostro de Emilia como si intentara memorizarlo. Entonces, levantó la barbilla y ordenó con voz seca:
—Camina. En silencio. Por el pasillo de servicio.
Emilia asintió despacio. El miedo era un nudo en su estómago, pero debía obedecer. Por su hijo. Por Álvaro. Por la familia que aún tenía esperanza de construir. Comenzó a caminar lentamente, guiándolo hacia la salida lateral de la mansión. El pasillo de servicio estaba oscuro y silencioso.
Al salir al jardín lateral, el aire fresco la golpeó en el rostro como un recordatorio de que aún estaba viva.
Entonces, una voz tronó desde la oscuridad:
—¡Esteban!
Est