24. Ella lo comprendía
Narrador Omnisciente
La puerta de la oficina se abrió apenas unos centímetros después de un suave toque. Catalina asomó la cabeza con cautela, y al ver la figura de Ernesto Cazares tras el escritorio, levantó una ceja inquisitiva. Él hizo un gesto breve con la mano, indicándole que pasara.
Catalina empujó la puerta por completo, entrando con pasos silenciosos. Llevaba una taza de café humeante entre las manos, que colocó con cuidado sobre el escritorio, justo a la derecha de los papeles que Ernesto revisaba sin prestarles atención.
Se sentó frente a él, cruzando las piernas con elegancia.
—Tal vez ya no debería venir tan seguido a la empresa —dijo con voz suave, rompiendo el silencio—. Álvaro está trabajando mis acciones... pero me sigue preocupando cómo estás llevando todo esto.
Ernesto no respondió al instante. Respiró hondo, deslizó las manos por el rostro con una lentitud que delataba el peso que cargaba. Cuando por fin habló, su voz era rasposa, quebrada por el desgaste emocional