40. Fue un accidente
Christa Bauer
El aire me quemaba los pulmones mientras el caballo se detenía abruptamente frente a las camionetas que nos habían cerrado el paso. Mi corazón latía tan rápido que temía que Santiago pudiera escucharlo. Apenas tuve tiempo de asimilar lo que estaba pasando cuando Ignacio bajó de una de las camionetas. Su figura imponente, con esa expresión de furia contenida, me hizo estremecer. Y entonces lo vi. El brillo metálico de una pistola en su mano.
—¡Se acabó, Christa! Quise ser bueno contigo, pero ya veo que las yeguas necesitan quien las amanse a la mala—vociferó, con la mirada fija en Santiago.
Sentí cómo Santiago se tensaba a mi lado, como un muro dispuesto a protegerme a toda costa. Quise decir algo, gritar tal vez, pero mi voz quedó atrapada en la garganta.
—¡Ignacio, basta! —grité finalmente, intentando sonar firme, aunque mi voz temblaba—. Esto no tiene que terminar así, ya tienes lo que querías, déjanos ir… no te amo y jamás podré hacerlo.
—¿No? —se burló, apuntándome c