27. En las garras del enemigo
—¡Christa… Christa…! —los gritos de Maggie que escuchaba a lo lejos, el sonido de la puerta retumbar contra la pared y el zarandeo que sentí después en mi cuerpo hicieron que abriera los ojos de golpe.
—¿Qué pasa Maggie? —pregunté soñolienta temiendo que su bebé estuviera enfermo.
—Es tu mamá… —dijo y toda mi espalda se tensó, en sus ojos vi terror, estaba llorando. Bajé de la cama de un salto y corrí hacia la habitación de mi madre, cuando entré miré lo que nunca podré olvidar en mi vida.
Mi madre estaba recostada sobre la cama, alrededor de ella había un charco de sangre. Caí de rodillas llevándome las manos a los labios. No lo podía creer. Un nudo enorme se formó de pronto en mi garganta. Mi madre estaba muerta.
—¿Cómo pasó? —dije sin aliento mirando al suelo.
—Suponemos que fue durante la madrugada, Bruno ha ido en la camioneta por el comisario del pueblo, ella misma se cortó las venas con un vaso roto.
—Pero ¿Cómo? Mamá casi no se podía mover.
—Siempre pedía tener un vaso de agua