La caminata fue larga y tensa.
Ninguno de los dos dijo nada más.
Katherine dejó de luchar, solo respiraba cada vez más rápido sin saber qué iba a pasar con ella, Cassian la intimidaba, su agarre firme prometía algo peligroso.
Cuando por fin llegaron a la casa, Cassian no se detuvo, se dirigió a la cavarana de su manada, ignorando las miradas de los machos que estaban a su alrededor.
Nadie se atrevió a decir nada.
—Abre la puerta —gruñó a su Beta—. Ordena a todos mis hombres, vamos de vuelta a la manada.
Él subió al carro con ella aún sobre su hombro y la sentó sobre el asiento frente al de él. Automáticamente los ojos de Katherine lo buscaron, tragó saliva al ver la expresión asesina en el rostro de él y enderezó la espalda sin atreverse a decir una palabras desvió sus ojos hasta la ventanilla del carro evitando sus ojos.
Cassian tampoco habló, con la diferencia de que no apartó la mirada de ella en ningún momento durante el viaje y cuando llegaron a su manada ella intentó salir por s