Los niños avanzaban por el bosque hasta la casa de Gala sin creer aún que Katherine los hubiera dejado ir solos.
A unos metros detrás, completamente silenciosa y con el paso ligero de una loba entrenada desde niña, iba Katherine.
Los observaba con los brazos cruzados, aunque el gesto escondía más ternura que enojo.
—Diosa... —susurró con frustración cariñosa—. Espero que no se metan en problemas.
No es que no les creyera, los había seguido para asegurarse de que llegarían a salvo.
Los trillizos avanzaban con tanta convicción que casi le dieron risa.
Casi.
Porque también le preocupaban.
Especialmente cuando vio a Klarissa intentar trepar una roca para "ver mejor".
Cuando los vio tomar el sendero correcto hacia la casa de Gala, Katherine dejó salir un suspiro largo de alivio.
Se inclinó para observarlos desde detrás de un árbol.
Los tres llegaron a la puerta de la bruja y se alzaron de puntitas para tocar.
Gala abrió antes siquiera de que golpearan.
—¿Y bien? —dijo con una sonrisa cómpli