Lunes por la mañana
El chófer aguardaba en la entrada principal de la mansión, con el auto negro impecable, brillante bajo la luz de la mañana. El motor permanecía encendido, y junto al vehículo estaban Oliver y dos guardaespaldas de la casa, atentos, con los brazos cruzados y las miradas vigilantes.
Lucia bajó primero de la escalinata de mármol, con su falda de cuadros y el suéter azul mientras su cabello recogido en una coleta alta se movía con la brisa. Llevaba su mochila en la espalda y caminaba con pasos rápidos, emocionada, sujetando con fuerza el lazo que Lena le había ajustado antes. Lena descendió detrás de ella, con un porte sereno, aunque en su pecho quedaba ese peso silencioso que había sentido desde que el doctor visitó la mansión.
Kerem no estaba con ellas. Eso le dolía más de lo que quería admitir, aunque lo disimulaba bajo una sonrisa ligera para que Lucia no lo notara.
El chófer abrió la puerta trasera con una inclinación respetuosa. Lena dejó que Lucia subiera pri