Capítulo 67. El Pulso de la Calma.
**Alejandro**
París volvía a tener sentido.
Después de días en los que todo se sentía ajeno —los techos de zinc, el aroma a pan recién hecho, incluso el idioma—, por fin empezaba a reconocer la ciudad como nuestra otra casa. No solo mía. Nuestra.
Valentina dormía aún, enredada en las sábanas blancas como si el sol no tuviera permiso de tocarla todavía. Su respiración tranquila me daba paz. La miré unos segundos antes de levantarme. Preparé café en silencio. La radio murmuraba jazz bajo. Por primera vez en semanas, no había prisa.
Mi teléfono vibró.
Mamá.
Lo dudé por un instante. Luego contesté.
—Hola.
—Alejo… —la voz de mamá era suave, contenida, y me golpeó directo en el pecho—. ¿Estás bien?
—Sí. O al menos… lo intento.
—Te vi en las noticias. La foto de ustedes saliendo del hospital. Parecías… más viejo.
—Me siento más viejo.
Hubo un silencio del otro lado. Luego escuché su respiración. Y entonces, sin más, dijo:
—Estoy orgullosa de ti.
No supe qué responder. Porque mamá no era de d