Capítulo 4. La Noche de Alejandro: Entre el Deber y un Nuevo Anhelo.
Después de la abrupta interrupción de Tía Beatriz, mi mundo volvió a la normalidad, a esa fachada perfecta que había construido. Di mi discurso, lleno de palabras vacías sobre la filantropía y el futuro de Medellín, mientras mi mente seguía fija en unos ojos verdes detrás de unas gafas, en la curva de una nariz respingada y en la rebeldía de un cabello negro. Las conversaciones se sucedían, las mismas caras, los mismos intereses: negocios, política, el chisme de moda. Mujeres, como las que siempre me rodeaban, se acercaban con sonrisas seductoras, sus voces melosas, sus cuerpos, casi siempre esculpidos por cirujanos, buscando mi atención. Les ofrecía una sonrisa cortés, un comentario trivial, mientras mi mirada buscaba inútilmente la silueta de Valentina entre la multitud. Ninguna de ellas poseía esa vulnerabilidad, esa autenticidad tímida que me había desarmado por completo.De pronto, la mano de mi hermano menor, Camilo, de treinta años, se posó en mi hombro. Su rostro, aunque simil
Leer más