Capítulo 57. El Engranaje en Movimiento: Juan José.
Desde la sala de monitoreo, la observaba. Sentada, vendada, inmóvil. Valentina era una silueta entre sombras, una pieza esencial de un tablero que yo había construido con años de paciencia y silenciosa rabia.
Ella era la grieta perfecta. No solo por ser la debilidad de Alejandro, sino porque representaba todo lo que yo siempre quise y me fue negado: libertad, autenticidad, amor genuino. Era su musa, su motor. Y por eso mismo, debía convertirse en mi arma.
Mi plan no consistía solo en herir. Se trataba de fracturar la estructura emocional que sostenía a Alejandro. No bastaba con arrebatarle lo que amaba; debía hacerle creer que ella lo había abandonado. Voluntariamente.
Encendí el micrófono, sin distorsión esta vez. Dejé que mi voz llegara como un susurro apenas perceptible:
—Valentina… todo esto puede acabar. Pero depende de ti.
Ella no respondió. Su mandíbula estaba tensa. Su cuerpo temblaba, pero no lloraba. Esa resistencia sorda… era admirable. Y peligrosa.
—Necesito que escribas a