Capítulo 55. El Silencio que respira olor a control.
**Valentina**
El silencio era distinto.
No era el mismo de la celda húmeda, donde el olor a moho y encierro me rodeaba como una segunda piel. Este era… limpio. Casi estéril. Olía a madera, a desinfectante, a perfume masculino. El aire estaba más templado, menos opresivo. Pero yo seguía atada. Seguía vendada.
Y seguía aterrada.
Mis muñecas dolían por las ligaduras. Me ardían. Los tobillos también. Estaba sentada sobre una superficie suave —¿un sofá? ¿Una cama?— pero la venda seguía cubriendo mis ojos. Quise hablar, pedir ayuda, gritar… pero la garganta se me cerraba cada vez que lo intentaba.
Entonces, escuché pasos.
Lentos. Medidos. Como si supieran exactamente cuánta tensión provocaban.
La voz llegó segundos después, distorsionada por un modulador que la convertía en algo frío, mecánico, casi robótico. Masculina, pero artificial.
—¿Estás cómoda, Valentina?
Mi cuerpo se tensó. El sonido me heló la sangre.
—¿Quién eres? —pregunté con un hilo de voz. Me odié por lo temblorosa que sonaba