Capítulo 54. El Instante Roto: Alejandro.
Valentina no aparecía.
Me había escrito minutos antes, con esa dulzura suya que sabía convertirme en cenizas: “Ya salgo, amor. Te veo en la estación.” Y yo estaba ahí, parado frente a la boca del metro, con el corazón palpitando de orgullo y ansias. Su vestido lavanda en la pasarela, la ovación. Había visto su triunfo, la había sentido en cada fibra, y el mensaje que le envié era solo un preludio del abrazo que nos daríamos en unos minutos.
El murmullo de la gente saliendo de la estación, el aire cargado de esa mezcla única de perfumes y asfalto parisino, todo me parecía parte de una sinfonía perfecta.
Pero el tiempo pasaba. Cinco minutos. Diez. Veinte. El flujo de gente comenzaba a disiparse, y mi ansiedad se multiplicaba con cada sombra que no era ella. La había visto despedirse de Chloé a lo lejos, pero luego... nada.
Corrí por las calles, grité su nombre, pregunté a los transeúntes. Nadie sabía. Nadie la había visto. El corazón se me encogía con cada paso, cada segundo que pasaba