Mundo ficciónIniciar sesiónLa finca de los García, ese fin de semana, se había convertido en el escenario de mi propia tortura. Cada instante era una puñalada, un recordatorio constante de lo que no podía tener, de lo que se me escapaba de las manos. Desde el momento en que Juan José, con su sonrisa insolente y su mirada desafiante, había soltado su confesión sobre Valentina en la terraza, sentí un fuego helado recorrer mis venas. La ira, pura y cruda, me había impulsado a confrontarlo, a exigirle que habláramos a solas. Pero incluso entonces, tuve que fingir, ocultar la verdad detrás de una excusa trivial sobre negocios, mientras mis puños temblaban por la contención.
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