Capítulo 135. Donde Nace la Luz.
**Alejandro**
No sabía que un embarazo podía sentirse así.
Después de todo lo que habíamos atravesado, después del dolor y la pérdida, me había preparado para el miedo. Para la ansiedad. Pero lo que encontré en estos meses fue otra cosa: paz.
Valentina florecía.
Era la única palabra que me venía a la cabeza cada vez que la miraba coser en el atelier, con su cabello recogido y esa curva suave de su vientre asomándose bajo las telas sueltas. Tenía una sonrisa nueva. Una ternura que se extendía hasta los hombros.
—Iris dice que va a enseñar a la bebé a bailar vallenato —me contó una tarde, mientras preparábamos el almuerzo juntos.
—Con que no le enseñe a esconder dulces debajo de las almohadas, todo está bien —bromeé.
Ella rió. Puso mi mano sobre su vientre. Sentí un leve empujón, como si la pequeña ya se quejara de que habláramos de dulces sin compartirle.
—Se va a llamar Alma —susurró Valentina—. Porque llegó cuando más la necesitábamos.
El embarazo fue suave como una canción de cuna.