Capítulo 8. El Hilo del Destino: Alejandro
La llamada de Camilo me había arrancado de la sombría resignación en la que me había sumido. "¡La encontré, Alejandro! ¡La encontré!" Sus palabras resonaron como un eco en mi oficina, disipando la bruma de mi desesperanza.
"¿Cómo? ¿Dónde está?" pregunté, mi voz inusualmente agitada. Mis instintos, que creía adormecidos, se habían activado de golpe.
"No por teléfono, hermano. Esto es para un almuerzo. Te veo en la Brasa, a la una," dijo Camilo, y antes de que pudiera hacer más preguntas, colgó, dejándome con el corazón latiéndome en el pecho.
El resto de la mañana fue un tormento. Las reuniones se arrastraron, cada minuto se sentía como una hora. Mis socios y empleados debieron notarme inusualmente distraído, pero no me importó. Solo pensaba en la una, en Camilo, en Valentina Vargas.
Llegué a La Brasa diez minutos antes, impaciente. Camilo ya estaba allí, esperándome, con una sonrisa que apenas podía contener. En cuanto me senté, fui directo al grano.
"¡Cuéntame! ¿Dónde la encontraste?