Capítulo 15. Un Rayo de Esperanza Inesperado. Valentina.
Desde que me independicé para tener mi espacio y libertad creativa, sentí la necesidad de vivir por mi cuenta. Dejé a mi madre y a Santiago en el barrio La Floresta, en la casa que mi padre compró cuando éramos niños. Eso significaba que yo era quien pasaba menos tiempo con mi madre, pero también quien llevaba la mayor carga económica. El atelier era mi sustento, y cada peso que ganaba se destinaba a la casa o, últimamente, a los tratamientos de mi madre. La culpa, esa compañera constante, me carcomía.
Estaba a punto de irme de la habitación del hospital, con el corazón destrozado y la mente buscando desesperadamente cómo cumplir el deseo de mi madre, cuando la puerta se abrió. Entraron dos doctores. Reconocí al Dr. Castro, el Jefe de Cuidados Paliativos, y con él venía el Dr. Ramírez, el Jefe de Cirugía Oncológica. Su presencia me sorprendió; pensé que ya no había nada más que discutir sobre el tratamiento.
Se acercaron a la cama de mi madre con una amabilidad inusual. "Claudia, Doña