El reencuentro en el risco fue una colisión de mundos rotos. Maia, tropezando y sollozando, se arrojó a los brazos de Selene, un amasijo de huesos y trauma que se aferraba a ella como si fuera la única cosa sólida en un universo que se había deshecho. Selene la abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en el cabello sucio de su amiga, y por primera vez en años, sintió el eco de lo que había perdido: una manada. Una familia.
Florencio y Mar observaban la escena desde una distancia respetuosa. Él, con una sensación de alivio que era casi dolorosa. La había recuperado. Habían cumplido la misión. Ella, Mar, con una mezcla de alegría genuina por Maia y una punzada de celos al ver esa conexión, esa historia compartida de la que ella nunca sería parte del todo.—¿Estás bien? ¿Te hizo daño? —preguntaba Selene, su voz era un mur