La entrada a la cueva principal era una herida negra en la roca, que vomitaba un aire frío y cargado del olor a luisón y a tierra húmeda. La tormenta artificial de Mar rugía afuera, un telón de fondo de furia elemental que enmascaraba el sonido de los pasos de Selene. Se deslizó adentro, una sombra moviéndose contra las sombras, sus dagas de colmillo brillando débilmente con la poca luz que lograba penetrar el diluvio.
El túnel descendía en una espiral suave, las paredes lisas y frías al tacto. El sonido del goteo del agua, que la última vez había sido un metrónomo, ahora era ahogado por el estruendo de la tormenta. Esto era bueno. Le daba cobertura. Pero también la dejaba sorda, dependiendo únicamente de su vista y su olfato.Llegó a la entrada de la gran caverna. Se detuvo, pegada a la pared de roca, y observó.La escena era casi idént