La noche antes de la conferencia de prensa, el penthouse de San Telmo se convirtió en el nido de una célula terrorista. Pero las armas no eran bombas, eran archivos PDF y mensajes encriptados. Bajo la dirección de Selene, Florencio se transformó en su operador, el brazo ejecutor de una estrategia que él mismo admiraba y temía.
—Giménez, necesito que encuentres al segundo de Platina en el diario —dijo Florencio por el comunicador, su voz fue un susurro en la noche—. Al periodista más ambicioso, al más hambriento. Al que siempre vivió a su sombra y que ahora daría un riñón por ocupar su lugar.Mientras Giménez trabajaba, Selene se sentó junto a Florencio, revisando los viejos archivos de Leonardo. Juntos, como dos forenses exhumando un cadáver familiar, seleccionaron los documentos. No los que implicaban a Lombardi, sino los que pintaban a Fausto