131. Una Casa con Tres Extraños
La noche cayó sobre la cabaña, pero no trajo consigo la oscuridad protectora de antes. Trajo una nueva clase de sombras, unas que nacían desde adentro. La noticia de la desaparición de Platina había roto la frágil burbuja de su alianza, y ahora, los tres eran extraños de nuevo, orbitando en un silencio denso y cargado de sospecha.
Florencio se había adueñado de la mesa de la cocina. Se había convertido en su centro de comando. Su laptop estaba abierta, la luz de la pantalla bañando su rostro en un resplandor azul y frío que acentuaba la dureza de sus facciones. Hablaba en susurros por el comunicador con Giménez, su voz un murmullo de órdenes y preguntas cortantes. Cada vez que levantaba la vista, sus ojos se posaban en Mar con una intensidad depredadora, como un halcón estudiando a un ratón, esperando el más mínimo movimiento en falso para caer sobre él.
—Yo estuve en casa. Después de… lo del puerto. Lo juro —gimoteó Mar.
Florencio soltó una risa amarga, desprovista de humor.
—¿"Lo de