101.
Después del desayuno, Florencio volvió a encerrarse en su estudio. Selene lo escuchó hablar por teléfono durante casi una hora. Palabras sueltas flotaban por la rendija de la puerta:
—“Sí, el equipo forense de la costa ya está intervenido…”
—“…no, no hay ADN humano confirmado…”
—“…una sola sobreviviente… bajo vigilancia.”
Selene se apoyó contra la pared del pasillo.
La taza en su mano ya estaba vacía, pero no se atrevía a dejarla. Era su único escudo.
Sabía que hablaban de ella.
Y también de Mar.
Tefi.
Las otras.
La noche que había querido olvidar ahora se volvía pública. Pero no como fue. Sino como él quería que fuera. Florencio manejaba el discurso. Elegía las palabras. Borraba los rastros. Reescribía la verdad.
Y ella...
ella era parte del decorado.
🌑 🌊 🐾
Al mediodía, salió a la terraza.
Buenos Aires se abría ante ella como un animal urbano, vibrante, ruidoso, arrogante. Desde el piso 27 todo parecía más pequeño. Incluso el miedo.
El viento le revolvió el pelo.
La ciudad olía a