049.
El agua de la ducha le caía en la espalda como una sentencia.
Selene no lloraba. No gemía. Solo respiraba. Fuerte. Como si el oxígeno quemara.
Llevaba minutos —¿o horas?— ahí. El vapor la envolvía. Le pegaba el pelo al cuello. Le borraba los rastros de Florencio. O eso intentaba.
Pero el cuerpo no olvida. Nunca olvida.
Cada músculo tenía memoria. Y cada hueco entre las piernas todavía se estremecía cuando cerraba los ojos y lo sentía adentro. Adentro no solo del cuerpo. También de la herida. Del hueco emocional que él había abierto con los dedos… y no supo cerrar.
🌑 🌊 🐾
Caminó desnuda por la casa. Dejó que el agua le escurriera por los muslos. No se secó. No se cubrió.
Se sentó en el sillón con las piernas abiertas, sin pudor.
Porque estar sola no es lo mismo que estar libre.
Y ella no se sentía ninguna de las dos.
🌑 🌊 🐾
Mar la observaba desde una ventana lateral. Había aprendido los ángulos. Los horarios. Las debilidades.
La Selene de ahora no era la que le sacaba el aliento.
P