045.
Florencio amaneció con el cuerpo caliente y el corazón frío.
Selene ya no estaba en la habitación.
El sol entraba a través de las cortinas entreabiertas, proyectando sombras largas sobre la cama revuelta. La manta todavía olía a ella. A sudor. A luna. A algo que no se podía domesticar.
Se sentó al borde. Pasó las manos por la cara. Había soñado otra vez. Otra vez con la Selene que no hablaba, que no tenía voz, solo garras. Pero esta vez no lo atacaba. Esta vez se iba. Desaparecía entre la niebla, y él quedaba solo con el cuerpo erecto y las manos vacías.
Se vistió despacio. No porque tuviera algo que hacer. Sino porque no sabía a dónde ir. Y en su mundo, un hombre sin dirección… era un hombre vulnerable.
🌑 🌊 🐾
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